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ANÉCDOTAS DE SANTOS


San Bernardo

San Bernardo

 

 

¡Ladrones, ladrones!

En cierta ocasión, siendo San Bernardo un joven muy elegante, de buen aspecto, y cuando todavía no había entrado en la vida monástica, se  encontraba cabalgando lejos de su casa con varios amigos, hasta que cayó la noche, por lo que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa. La dueña los recibió bien, e insistió en que Bernardo, como jefe del grupo, ocupase una habitación separada. Durante la noche, la mujer se presentó en la habitación con intenciones deshonestas. Bernardo, en cuanto se dio cuenta de lo que se avecinaba, fingió con gran presencia de ánimo creer que se trataba de un intento de robo, y con toda su fuerza empezó a gritar:

    -    ¡Ladrones, ladrones!

La intrusa se alejó rápidamente. Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron a bromear acerca del imaginario ladrón, pero Bernardo, contestó con toda tranquilidad:

    -    No fue ningún sueño. El ladrón entró indudablemente en la habitación, pero no para robarme el oro y la plata, sino algo de mucho más valor.

 

La verdadera oración

Una noche, Bernardo, dentro del templo, tuvo una visión:

    -    Al comenzar la ceremonia, vi bajar del cielo una multitud de ángeles. Cada ángel se colocó al lado de uno de los fieles presentes; abrió un libro y comenzó a escribir. Me fijé en que algunos ángeles escribía con letras de oro; otros, con letras de plata; otros con tinta; y otros con agua.

Entonces, Bernardo preguntó:

    -    ¿Por qué no escriben todos ustedes con el mismo material?

Uno de los ángeles le explicó:

    -    Escribimos con oro las oraciones hechas con amor; con plata, las oraciones hechas con fe; con tinta, las oraciones hechas con atención; con agua, las oraciones hechas tan sólo con los labios.

 

Las distracciones, en la puerta...

A Bernardo no le faltaba el buen humor en su pedagogía catequética.
Se cuenta que, al entrar en el templo, solía decir:

    -    Ustedes, distracciones, quédense aquí en la puerta; a mi salida me acompañarán de nuevo...

 

Dame tus pecados

En una ocasión, Jesús le dijo al santo: 

    -    Bernardo, dame algo.
    -    Señor ‑repuso él‑, sabes bien que todo cuanto soy y cuanto tengo es tuyo. 

Pero Cristo insistió:

    -    Bernardo, dame algo.

Profundamente conmovido, exclamó: 

    -    Pero, Señor, ¡¡¡si te lo he dado todo…!!! ¿Qué más podría darte? 
    -    Dame tus pecados, Bernardo - repuso amablemente Jesús.

Bernardo entendió que le pedía eso para una entrega total y porque Jesús es la misericordia en persona. Dirá más adelante:

    -    Si la misericordia fuera un pecado, creo que me sería imposible dejar de cometerlo.

 

 

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