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ANÉCDOTAS DE SANTOS


Santa Teresita del Niño Jesús

Santa Teresita del Niño Jesús

(Ver frases de Santa Teresita)

 

 

Hace dulce hasta lo más amargo

Cuenta la misma Santa Teresita…

"Un día, en la recreación, me dijo con aire muy satisfecho más o menos estas palabras:

    -    ¿Querría decirme, hermana Teresa del Niño Jesús, qué es lo que la atrae tanto en mí? Siempre que me mira, la veo sonreír.

Ay!, lo que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de su alma... Jesús, que hace dulce hasta lo más amargo... Le respondí que sonreía porque me alegraba verla (por supuesto que no añadí que era bajo un punto de vista espiritual)."

 

Solo por amor

Cuenta la misma Santa Teresita...

“En una ocasión, en la lavandería, tenía enfrente de mí a una hermana que, cada vez que golpeaba los pañuelos en la tabla de lavar, me salpicaba la cara de agua sucia. Mi primer impulso fue echarme hacia atrás y secarme la cara, con el fin de hacer ver a la hermana que me estaba asperjando, que me haría un gran favor si ponía más cuidado. Pero enseguida pensé que sería bien tonta si rechazaba unos tesoros que me ofrecían con tanta generosidad, y me guardé bien de manifestar mi lucha interior. Me esforcé todo lo que pude por desear recibir mucha agua sucia, de manera que acabé por sacarle verdadero gusto a aquel nuevo tipo de aspersión e hice el propósito de volver otra vez a aquel provechoso sitio en el que tantos tesoros se recibían.”

 

Yo escojo todo...

Cuenta la misma Teresita...

“Un día, Leonia, creyéndose ya demasiado mayor para jugar a las muñecas, vino a nuestro encuentro con una cesta llena de vestiditos y de preciosos retazos para hacer más. Encima de todo venía acostada su muñeca.

    -    Tomen, hermanitas -nos dijo-, escojan, se los doy todo para ustedes.

Celina alargó la mano y cogió un mazo de orlas de colores que le gustaba. Tras un momento de reflexión, yo alargué a mi vez la mano, diciendo:

    -    ¡Yo lo escojo todo!

Y tomé la cesta sin más ceremonias. A los testigos de la escena la cosa les pereció muy justa, y ni a la misma Celina se le ocurrió quejarse (aunque la verdad es que juguetes no le faltaban, pues su padrino la colmaba de regalos, y Luisa encontraba la forma de agenciarle todo lo que deseaba).
Este insignificante episodio de mi infancia es el resumen de toda mi vida. Más tarde, cuando se ofreció ante mis ojos el horizonte de la perfección, comprendí que para ser santa había que sufrir mucho, buscar siempre lo más perfecto y olvidarse de sí misma. Comprendí que en la perfección había muchos grados, y que cada alma era libre de responder a las invitaciones del Señor y de hacer poco o mucho por él, en una palabra, de escoger entre los sacrificios que él nos pide. Entonces, como en los días de mi niñez, exclamé:

    -    Dios mío, yo lo escojo todo. No quiero ser santa a medias, no me asusta sufrir por ti, sólo me asusta una cosa: conservar mi voluntad. Tómala, ¡pues "yo escojo todo" lo que Tú quieres...!”

 

Oración y sacrificio

Cuenta la misma Santa Teresita:

“Durante una cuaresma, yo me encargaba por entonces de la única novicia que había en el convento, pues era su ángel. Una mañana vino a verme toda radiante:

    -    Si supieras lo que soñé anoche... Estaba con mi hermana e intentaba separarla de todas las vanidades a que está tan apegada. Para lograrlo, me puse a explicarle esta estrofa del “Vivir de amor”: «¡Jesús, amarte es pérdida fecunda! / Tuyos son mis perfumes para siempre». Yo veía que mis palabras penetraban en su alma, y estaba loca de alegría. Esta mañana, al despertarme, pensé que quizás Dios quería que le ofreciera esta alma. ¿Y si le escribiera después de la cuaresma contándole mi sueño y diciéndole que Jesús la quiere toda para sí?»

Yo, sin pensarlo demasiado, le dije que podía muy bien intentarlo, pero que antes tenía que pedir permiso a nuestra madre.
Ciertamente inspirada por Dios, usted, Madre querida, le contestó que las carmelitas no tienen que salvar las almas con cartas, sino con la oración.
Al conocer su decisión, vi enseguida que era la de Jesús, y le dije a sor María de la Trinidad:

    -    Pongamos manos a la obra, recemos mucho. ¡Qué alegría si al final de la cuaresma hubiésemos sido escuchadas...!

Y ¡oh, misericordia infinita del Señor, que se digna escuchar la oración de sus hijos...!, al final de la cuaresma, una nueva alma se consagraba a Jesús.
Fue un verdadero milagro de la gracia, ¡un milagro alcanzado por el fervor de una humilde novicia!”

 

Sufriría y amaría

En cierta ocasión, decía Santa Teresita:

    -    Si por un imposible, Dios no viese mis buenas obras, no me afligiría por ello. Lo amo tanto, que quisiera poderle agradar con mi amor y pequeños sacrificios, sin que Él mismo supiese que son míos. Viéndolos y conociéndolos se ve como obligado a recompensármelos.. ¡y no quisiera darle este trabajo!

 

 

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